Nov 28-2014
Un error que cometí en estos días me hizo pensar mucho. Lástima que uno suele pensar después de actuar, y no al revez.
Mi mente se remontó a "Just do it" (solo hazlo), frase tomada de un slogan publicitario de hace más de un cuarto de siglo.
Internacionalizada en la cultura global, se aplica sobrepasando los límites de la sana motivación que pretendieron transmitir sus diseñadores.
Con
un "solo hazlo", en milésimas de segundo tomamos coraje y evadimos
razonar sobre lo que deseamos hacer o decir, ya que con esa frase hemos
sido programados para vivir el momento, sin sopesar las posibles
consecuencias.
Cuántas veces nos ahorraríamos momentos difíciles, dolores y pérdidas, si tan sólo contáramos hasta diez antes de actuar.
Son lecciones de la vida que nos cuesta asimilar y automatizar ya que la prudencia tiene menos prensa que el placer.
Hay
errores que permanecen aunque nos arrepintamos de ellos, tal como la
marca de los clavos en la madera. Podremos taparlos con cera, fingir que
nunca pasaron, pero "ya está" la marca, en la vida de uno o de muchos,
en las relaciones con otros e incluso con uno mismo.
Es un daño
hecho, un corazón dolido, una oportunidad desperdiciada, un alma
decepcionada, aunque para tratar de arreglarlo pidamos perdón. En otros
casos no nos es dada siquiera esa oportunidad. Consecuencias evitables
si tan sólo hubiéramos reflexionado un segundo, en lugar de "sólo
hacerlo", como indica la orden grabada en nuestra memoria.
La
tan nombrada ley de la física que se ha vuelto casi un cliché, "ante
cada acción hay una reacción", se demuestra en todos los planos de la
vida del ser humano. Los resultados de hechos y palabras, rara vez se
limitan a beneficiarnos o dañarnos sólo a nosotros mismos. Siempre
afectan más allá de nuestro yo.
Cuando nos damos cuenta de
que "metimos la pata", queremos arreglarlo y entonces la realidad nos
pega en la cara. Nos muestra simplemente que no hay vuelta atrás. En
algunos casos pueden haber acuerdos y soluciones. Aun cuando no hay
remedio, es un consuelo tener presente que de todo podemos y debemos
aprender, para no repetir la misma historia vez tras vez.
Vale la pena pensarlo en nuestros momentos de quietud.
Programar
nuestra mente para aquellos en que el desenfreno del deseo o el dolor
de una gran pena, nos traten de empujar a actuar sin reflexionar.
Es toda una una filosofía de vida, una cuestión de principios.
Podemos
predeterminar nuestras acciones y reacciones, como una computadora:
"solo hazlo" o "cuenta hasta diez antes de hacerlo".
Aun más,
aquellos que creemos en un Dios y Padre de amor, podemos confiar en El
para que nos guarde y guíe con su Espíritu Santo, en esos momentos de
confusión y así podamos "zafar" de un papelón importante, de una
relación rota, de una oportunidad perdida, incluso de perder la vida,
etc., etc., etc....
El sistema prefiere que "sólo hagamos"
todo, todo el tiempo, como autómatas incontrolables. Nuestro Creador
nos invita a la reflexión. Sin embargo, como en tantos otros casos, la
elección está en nuestras manos.
En el día del bien goza del bien; y en el día del mal considera". Eclesiasté 7:14, la Biblia.
R.F.
#Pensandoenvozalta
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