"Y el Señor dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que
está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues
estoy consciente de sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos
de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel..."
Dios
llamó a Moisés, con una prueba indubitable de su presencia. Un fuego
hacía crepitar las llamas de una planta seca, que no se consumía, y
Moisés que conocía de Dios por lo que su madre le había enseñado, en ese
momento conoció personalmente al Dios vivo, al de sus antepasados, que
se reveló a El, en poder y amor. El amor que como Padre no le dejaba
hacer oídos sordos al sufrimiento y al clamor de sus hijos, que en manos
de sus enemigos eran esclavizados y explotados al límite.
Moisés
puso excusas, escudándose en sus debilidades, pero Papá tenía un plan y
solamente necesitaba de Moisés un corazón dispuesto a obedecerle, para
entregar su mensaje a su propio pueblo, y al rey de Egipto, el
Faraón...
Sin dudas Moisés tuvo miedo. Él tenía un pasado del
cual había huído, pero Dios quiso que se encontrara del mismo lugar del
que antaño había salido.
Moisés sintió la pequeñez de su
humanidad sobre sus hombros, ante la responsabilidad de ser nada menos
que mensajero del Todopoderoso, frente a un rey que se creía
todopoderoso. A pesar de los peros de Moisés, Dios no desistió de su
propósito de liberar a su pueblo.
Si no hubiera accedido Moisés,
Dios hubiera usado a otro, y muy en su interior Moisés lo sabía. Dios
no había dejado de ser el Dios Verdadero, del cual el tanto había
escuchado en su niñez, y ahora había conocido en la magnitud de su
poder.
El caso es que Moisés entendió su misión. Moisés fue vez
tras vez, con persistencia a hablar de parte de Dios, tanto ante el
pueblo de Israel como ante el gobernante egipcio, con un mensaje claro y
contundente: la liberación del pueblo de Dios.
En ningún momento
nos cuenta la historia que Moisés haya querido caerle bien a Faraón, y
menos aun que haya querido hacerse su amigo, (porque es eso, historia
dentro de la Biblia y no es cuento).
Lo que me llama la atención
es que teniendo tantos ejemplos dentro del libro del cual la iglesia
cristiana de hoy predica, siendo Moisés solamente uno de los tantos, es
que hoy en día haya tanto cristiano tratando de amigarse con el poder
que subyuga a todos por parejo, tanto a los que se confiesan cristianos
como a los que no lo son. Siendo que Dios mismo dice que los
cristianos somos una nación de sacerdotes, que debemos ser mediadores a
favor de los hombres...
Ajenos, sordos al llamado del Señor y al sufrimiento de tanta gente a manos de políticos corruptos, miles de así llamados cristianos de hoy, se dedican a adular al poder, bendicen a personas que viven de lo que roban al pueblo de nuestra nación, convirtiéndose en nada menos que sus cómplices. Piensan que en nombre de la gracia pueden bendecir la injusticia sobre miles de personas, de familias que sufren simplemente porque otros creen que tienen derecho a vivir de los bienes que ellos producen.
Ajenos, sordos al llamado del Señor y al sufrimiento de tanta gente a manos de políticos corruptos, miles de así llamados cristianos de hoy, se dedican a adular al poder, bendicen a personas que viven de lo que roban al pueblo de nuestra nación, convirtiéndose en nada menos que sus cómplices. Piensan que en nombre de la gracia pueden bendecir la injusticia sobre miles de personas, de familias que sufren simplemente porque otros creen que tienen derecho a vivir de los bienes que ellos producen.
Seguramente no les
gustará leer esto. Tengan por seguro que a mí no me place escribirlo.
Todo lo contrario, me sangra el alma y no salgo de un triste y gran
asombro ante tanta hipocresía, tanto fariseo que se para en la iglesia
de Cristo a rasgarse sus vestiduras, y apenas salen de sus reuniones
están ávidos por "acomodarse" con cualquier político que encuentren,
aunque tengan las manos manchadas con el sufrimiento de tantos
prójimos, que los votaron para ser sus representantes, y a quienes
pagan mal.
Lo dicho al principio, en los tiempos de Moisés El
Señor escuchó el clamor de su pueblo. No tengan dudas de que hoy día
Dios también está oyendo a todos los oprimidos por gobiernos nefastos
en todas las naciones. Él no nos va a pedir cuenta, seguramente, de lo
que no hayamos hecho por naciones lejanas, pero sin duda alguna ante su
gran trono un día me preguntará y te preguntará, qué hice por mi
prójimo, qué hiciste por tu prójimo... No te preguntará a cuántos
políticos le palmeaste la espalda y le deseaste bendiciones en año nuevo
y navidad...
No hay verdad que llegue al corazón sin amor, pero
tampoco hay evangelio que llegue al pecador sin justicia. El que tiene
oídos para oir, que oiga.
r.f.Enero 3, 2015
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